martes, 4 de marzo de 2014

LA NAVE CEISS EN EL OCÉANO DEL PESCADO PODRIDO



La nave Ceiss en el océano del pescado podrido

Victoria Gurpegui. 03/03/2014
Muchas entidades, y particularmente las cajas de ahorro, con imprudencia temeraria, enloquecidas, en huida desesperada hacia delante, sacando brillo y punta al negocio piramidal, a cualquier precio, diseminaron dinero a favor del ladrillo, proporcionando hipotecas a troche y moche, sin reparar en gastos y fastos, organizando la sobreoferta y el sobreprecio, un gigantesco disparate, al grito de guerra ‘antes muertos que sencillos’.
Hace tiempo, no obstante, tanto como cinco años, que el comandante en jefe de la crisis, el Mariscal Austero pulsó el botón de frenos de emergencia, parando en seco la montaña rusa de las finanzas. La fuerza cinética era tan grande, que la mayor parte de entidades y personal que trabajaba en ellas salió disparado por el parabrisas delantero. Descansen en paz las entidades y nada hay que temer por su fuerza laboral. Nos prodigamos en derramas de prejubilaciones, despidos con indemnizaciones de relumbre y prestaciones por desempleo para... El agravio comparativo con el resto de población que se ha quedado, igualmente, sin empleo, linda con lo truculento.
Estamos ahora en horas melancólicas y en periodo de recuento de bajas. Se ha destruido mucho empleo —un sector, objetivamente, que padecía de obesidad mórbida—, han desaparecido numerosos carromatos financieros y poco o muy poco hemos hecho por los hipotecados, los que más están sufriendo la crisis, los grandes perdedores. El único que se ha ocupado de ellos, hasta la fecha, hay que decirlo, ha sido el Gobierno de Mariano Rajoy, con el Real Decreto Ley 6/2012 y la Ley 1/2013 dirigidos, con precisión de relojería, contra la juerga que se traían las carromatos financieros, divertidísimos, echando familias a la calle, desahuciándolas y reclamándoles la deuda, apropiándose de su vida presente y futura, sin pudor alguno, en un frenesí impúdico y licencioso, no visto antes, que perseguía únicamente, y a punto estuvo de lograrlo, incendiar España. Pretendían incendiar España porque sí, incendiarla por puro placer, acaso por resentimiento y buscando, seguro, chivos expiatorios a los que imputar sus maliciosas y destructivas prácticas.
Ante el abuso de autoridad, desahuciando primero y exigiendo después, el reembolso de la hipoteca restante, el Gobierno impuso a las entidades financieras, la «reestructuración» de la deuda hipotecaria a todas las personas en riesgo de exclusión social con tres objetivos: 1) impedir el desahucio y preservar el hogar familiar; 2) evitar un drama humanitario repulsivo, mírese por donde se mire; y 3) evitar que el crédito hipotecario colapsase. Objetivo, este último, de importancia capital para la estabilidad financiera.
Una iniciativa legal que alumbró el Código de Buenas Prácticas Bancarias al que se adhirieron las entidades financieras con el avieso objetivo de cumplirlo en modo simbólico o anecdótico, limpiando su imagen para, a continuación, seguir en sus trece, haciendo de su capa un sayo, ninguneando la Ley. ¿Se cumple la obligación que tiene la entidad financiera de «reestructurar» la deuda hipotecaria cuando el cliente, víctima sobrevenida de la crisis, no puede atender sus obligaciones con la entidad y está, objetivamente, en riesgo de exclusión social? No cumplen, tan siquiera, con el deber de informar al hipotecado. Optan, poseídos, por dispararse a los pies y por el burreo: 1) ocultándole al cliente sus derechos; 2) ofreciendo al cliente una «dación» cuando solicita o necesita una «reestructuración»; 3) ofreciéndole una «reestructuración» cuando sin resuello, derrotado, solicita una «dación»; y 4) manteniendo en las oficinas y en sus balances una ingente cantidad de pescado podrido o hipotecas zombis.
¿Qué utilidad tiene acumular pescado podrido? Es un misterio. ¿Qué beneficio obtiene Ceiss, por ejemplo, tratándose de la entidad líder, otrora, del mercado hipotecario de la provincia de León? Es uno de los grandes enigmas de este tiempo. Las distintas oficinas de la red Ceiss acumulan un elevado volumen de eso que el propio personal de la entidad califica de hipotecas zombis, en mora desde hace tiempo, sin resolver, y que otros, entre sus compañeros, llaman, alternativamente, pescado podrido. «No es fácil entrar en una oficina que apesta a pescado podrido». Una expresión tan elocuente como inquietante.
La «reestructuración», tal como la contempla la Ley, es una excelente fórmula para impedir que el crédito hipotecario colapse, aunque suponga asumir algunas pérdidas. No es lo mismo perder 10 que 60. ¿Por qué, entonces, prefieren hacer crecer y crecer el volumen de hipotecas zombis y seguir atestando las oficinas de pescado podrido? La respuesta más plausible después de numerosas consultas a los expertos, es la del desgobierno masivo, la incompetencia y la irresolución expandida.
La nave CEISS ha puesto rumbo al océano del pescado podrido. Mofarse de los hipotecados, de los que están en riesgo de exclusión social, es feo, muy feo.
Fuente: Diario de León.es


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